Un lugar, real o inventado, donde te gustaría perderte.
En Minstrel Valley, por supuesto. Pero también en cualquier rincón de Escocia.
Escribe tres palabras que te definan.
Impaciente, soñadora, sensible
¿Qué mujeres te han influido a ser como eres?
Mi abuela Irene, que escribía otras de teatro y a quien dediqué mi primera novela.
Mi madre Pilar, un ejemplo de fortaleza y de superación.
Mis hermanas Irene y Gloria, que siempre han creído en mí.
Julie Garwood, mi escritora de romántica de referencia. A ella le debo gran parte de mis sueños.
Un recuerdo de infancia u otro momento de tu vida que te haga sonreír.
Cuando tenía 11-12 años escribía y editaba una revista para mis amigas del barrio, y hacía cada ejemplar a mano. Pasatiempos, relatos, poesías… ¡Una locura! Creo que solo publiqué dos entregas.
En el supuesto de que alguien quisiera llevarse todos los libros de tu biblioteca y solo pudieras rescatar uno o dos, ¿cuáles serían?
El Señor de los Anillos, de Tolkien. It de Stephen King. David Copperfield de Dickens. Tomates verdes fritos, de Fannie Flag.
Sé que solo podían ser uno o dos, pero ha sido imposible decidirme.
¿Qué libro recuerdas con especial cariño por lo que supuso en ese momento de lectura?
El Señor de los Anillos, sin duda alguna. Lo descubrí a los 11 años, en un estante del comedor. En mi casa no había muchos libros y ya me había leído todos los que tenía y también los de mis vecinas. Sentada en el sofá, vi aquel tocho junto a una enciclopedia de salud y algún otro libro raro. Me subí a una silla y lo cogí. Al abrirlo, me caí dentro de un agujero hobbit y solo salí de allí cuando mi madre salió de la cocina y me gritó al verme subida a la silla. Fue uno de mis mayores descubrimientos. Jamás he abandonado ese agujero hobbit.
¿Qué supone escribir para ti?
Llevo escribiendo mentalmente toda mi vida. Inventando historias desde que tengo uso de razón, creando personajes y situaciones. Poder escribirlas es solo un modo más de vivirlas y de que otros las vivan conmigo. Cuando sea anciana y la artritis me impida sentarme frente al ordenador, seguiré creándolas y llenando mi pequeño mundo de truhanes y doncellas, de dragones y esqueletos, de espadas, hechizos, misterios y amor.
Tienes alguna costumbre o manía particular a la hora de escribir.
Ninguna en especial. Suelo hacerlo por la noche, cuando hay tranquilidad, y muchas veces escuchando música. Ella me lleva por caminos donde el silencio no alcanza.
¿Eres de tomar notas sobre escenas o planificación en libreta, en el móvil o en tu ordenador?
Una mezcla, aunque me encanta escribir a mano. Tomar apuntes en libretas, con fotos, fechas, nombres de personajes, situaciones… Pero con el ordenador voy más rápido, así es que alterno y luego tengo un batiburrillo de cosas. No obstante, estoy aprendiendo a organizarme mejor y cada proyecto es más sofisticado.
¿De todos los personajes de tus novelas hay alguno que guardes con un cariño especial?
Adoro a todas mis criaturas, pero creo que me quedo con Angus Campbell, un secundario de mi novela «Viento de otoño». Dejó su tierra para acompañar al padre de mi protagonista y se quedó allí protegiendo a su familia cuando él murió, renunciando a su tierra y a su nombre por honor. Lloré cuando lo llevé de nuevo a Escocia, a su hogar.
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